El bisturí consiste realidad una resistencia eléctrica que eleva la temperatura de la hoja para ayudar a cortar tejidos blandos, durante este proceso el bisturí toma muestras del humo que desprende el tejido al ser quemado y lo envía a un espectrómetro de masas que lo analiza químicamente para saber si se trata de tejido sano o canceroso.
“Todavía es un aparato experimental, pero creo que podría llegar a los hospitales en dos o tres años”, explica el químico húngaro Zoltán Takáts, inventor de iknife.
Actualmente, si un cirujano tiene dudas sobre si ha extirpado completamente un tumor tiene que mandar una muestra de los alrededores del tejido extirpado para asegurarse de que el tejido que queda en el paciente es sano y no quedan restos cancerosos. Este análisis supone tener al paciente anestesiado al menos media hora más mientras se reciben los resultados, Iknife reduce todo este proceso a solo 3 segundos.
En la primera prueba del bisturí inteligente en seres humanos, cuyos resultados se publicaron en la revista Science Translational Medicine, ha conseguido diagnosticar tejidos de 91 pacientes con una precisión del 100%.
Aunque el precio no es barato, de 200.000 a 300.000 euros, el bisturí electrónico podrá ser usado para otras aplicaciones como la seguridad alimentaria, por su facilidad para diferenciar tipos de carne, o para detectar bacterias.
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