Los autores del estudio, de la Universidad de Cambridge, dicen en la revista Science que esta es la "primera observación de una transmisión mecánica en una estructura biológica".
Según explican, descubrieron estos engranajes naturales gracias a análisis anatómicos y a la captura en vídeo de alta velocidad de los movimientos de los Issus. Al parecer, esos engranajes son parecidos a los que tienen las bicicletas o los coches, y algunas de sus características son idénticas a las fabricadas por el hombre.
La unión de los dientes en las patas traseras garantiza la sincronicidad casi completa del movimiento, de forma que una pata no tarda en seguir a la otra más de 30 microsegundos. Esto es crítico para los saltos de gran alcance, que son la forma fundamental en la que el insecto se transporta. Si no existiera esa sincronización, el Issus acabaría fuera de control.
"Esta sincronización precisa sería imposible de lograr a través del sistema nervioso. A los impulsos neuronales les llevaría demasiado tiempo la coordinación extraordinariamente ajustada requerida", afirma el autor principal, Malcolm Burrows, del Departamento de Zoología de Cambridge. "En los Issus, el esqueleto se utiliza para resolver un problema complejo que el cerebro y el sistema nervioso no pueden", dice Burrows.
"Solemos pensar en los engranajes como algo que vemos en la maquinaria diseñada por el ser humano, pero hemos encontrado que eso es solo porque no buscábamos lo suficiente», añade el coautor de la investigación, Gregory Sutton, ahora en la Universidad de Bristol.
Curiosamente, estos engranajes sólo se encuentran en los insectos juveniles o ninfas, y se pierden al final de la transición a la edad adulta. Estas transiciones, llamadas «mudas», se producen cuando los animales pierden su piel rígida en puntos clave de su desarrollo con el fin de crecer.
Todavía no se sabe por qué el Issus pierde sus engranajes traseros al llegar la edad adulta. Los científicos creen que el problema es que si un diente se rompe, la eficacia del mecanismo se estropea por completo. Mientras las ninfas pueden reparar su engranajes rotos en la próxima muda, cualquier daño en la edad adulta es permanente.
Cada tira de engranajes en el Issus juvenil tiene alrededor de 400 micrómetros de largo y entre 10 y 12 dientes, con ambos lados de la rueda dentada en cada pata que contiene el mismo número. A diferencia de los engranajes fabricados por el hombre, cada diente es asimétrico y curvado hacia el punto en el que los engranajes se enclavan. Los mecánicos están hechos de forma simétrica para trabajar en ambas direcciones de rotación, mientras que los engranajes del Issus sólo están impulsando una manera de poner en marcha al animal hacia adelante.
Vía: ABC/ciencia
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