En un artículo publicado en la revista «Science», los investigadores demostraron que interrumpiendo la información que comparten las aproximadamente 10.000 células que componen ese reloj corporal, el salto a una zona horaria nueva se puede completar en cuestión de horas, en lugar de días.
El equipo de Okamura, que lleva 30 años buscando la cura del jet lag, descubrió que el «reloj corporal» puede moverse más rápido si se interfiere la actividad de los receptores de la vasopresina u hormona antidiurética, que juega un papel importante en las funciones del riñón. El siguiente paso para los científicos japoneses es asegurarse de que cualquier fármaco que desarrollen no afecte a otros órganos del cuerpo, dada la importancia de los receptores de vasopresina.
Los investigadores de la Universidad de Kyoto hacen hincapié en que tanto el jet lag como los turnos de trabajo rotatorios pueden incrementar el riesgo de que una persona desarrolle hipertensión, obesidad y otros desórdenes metabólicos.
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